Sobre la potencia de la alegría popular
(Por Patricia Giordana).- Por un documento de segunda línea, una operación administrativa menor, la Corte Suprema de Justicia de la Nación procedió a encarcelar a la líder de la oposición e inhabilitarla de cargos públicos.
Una causa que adolece de muchos problemas legales, sobre todo porque carece de pruebas y porque quienes participaron en ella tienen vínculo directo con el ex líder político conservador del país (ex, porque en las elecciones debe acceder a alianzas para no ser borrado del mapa de las votaciones).
De esta manera, los poderes fácticos de la Nación encarcelaron a Cristina y enviaron una clara señal al resto del poder político: si no ganan por las urnas, sus voluntades se hacen por otros caminos (nada nuevo).
Ahora bien, ¿por qué la realización de este movimiento? Se esbozaron razones económicas, electorales e ideológicas.
Económicamente en la actualidad los grupos concentrados de este territorio se ven beneficiados, aunque en estos momentos sus ganancias, no están en la producción, sino en la especulación financiera con deuda pública.
El argumento electoral no parece tener tanto peso, las expresiones populares no resultaron ganadoras en las últimas elecciones. ¿Será que la candidatura de la ex presidenta podía revertir este comportamiento? No lo sabremos, nos prohibieron esa posibilidad.
Parece que hay algo más dando vueltas, un componente ideológico de control. No alcanza con ganar en términos económicos para estos sectores (porque nunca dejaron de ganar ventajas en sus mercados). No les es suficiente la corte de bufones/as que ejercen el poder ejecutivo.
Se observa la necesidad de algo más, el control total de la población: ideología y cuerpos atomizados en sus propias miserias, que no se junten y menos que se organicen.
Entre el fallo y la efectivización de la pena pasaron 5 días, desde entonces, hubo movilizaciones y comunicaciones para organizar el sector nacional y popular.
En tanto, ella habló y bailó.
Cuando habló, entre otras cosas, les dijo “cachivaches” a este Poder Judicial que la condena e intenta determinar hasta en el último detalle de las condiciones de su encarcelamiento.
Cachivache es un término proveniente de España, que muta de las cacerolas cachadas que no se pueden usar a las personas que hacen ridículo. De lo inútil a la vergüenza ajena. Es claro que los poderes fácticos no son inútiles, pero sí que dan vergüenza. Quedarán con este fallo en la historia de la ignominia.
Cuando bailó, nos recordó que las efectividades conducentes a corto plazo pueden ser distintas a las de largo. Esto es, el encierro y la inhabilitación inmediatas tuvieron efectos posteriores que no fueron los programados. Que los sectores allegados se organicen no fue una sorpresa; que ella no llore sí lo fue.
En el cálculo conservador no estaba la posibilidad de que la alegría sea la unión del sector popular.
Cantar y bailar colectivamente es una forma de la alegría popular siempre subestimada. La potencia política del baile y del canto es algo que los verdugos no entendieron en la historia de la dominación de los cuerpos, nunca pudieron contra ello.
Dicen que la cumbia es un baile que surgió en América de los esclavos africanos encadenados: pasos cortitos y quiebre de caderas que los acompañan. Se pudo bailar con grilletes, se puede bailar así ajustados/as en espacios breves, nos podemos mover y disfrutar a pesar de las cadenas.
La colonia muestra sus huellas: los cachivaches no entienden la cumbia, ni el baile popular, ni la alegría de encontrarnos.
Así, el camino que surge es de resistir con alegría, organizarnos los sectores populares en la respuesta política a este ataque y, luego, ser implacables con los/as cipayos/as del territorio. Ya lo dijo el poeta: “Renacerá mi pueblo de su ruina, y pagarán su culpa los traidores”[1]
[1] Pablo Milanés (1976) Yo pisaré las calles nuevamente.