En una escena que parece salida de una distopía burocrática, el Estado provincial, en lugar de proteger, despoja. En lugar de fortalecer, debilita. Y en lugar de reconocer el esfuerzo heroico de quienes suplen sus propias ausencias, les quita hasta el último recurso con el que combaten el fuego: el Camión Forestal 059, asignado hasta hoy al Cuartel de Bomberos Voluntarios de Choele Choel, en el Valle Medio rionegrino.
La noticia es tan indignante como simbólica: personal del SPLIF de Bariloche llegó sin orden judicial, sin resolución, sin acta, sin protocolo —es decir, sin legalidad ni respeto— a retirar un camión forestal vital para la región. No se trató de un traslado técnico, ni de una redistribución planificada. Fue un despojo encubierto de burocracia, una decisión arbitraria del ministro Banacloy que pone en jaque la seguridad de miles de productores, trabajadores rurales y familias que viven en zonas de alto riesgo de incendios.
¿Qué dice esto del Estado que tenemos? Que prefiere la improvisación a la planificación. Que castiga a las regiones más vulnerables en lugar de protegerlas. Y que, en vez de invertir en equipamiento para cubrir las necesidades de Bariloche —legítimas, por cierto—, opta por robarle al Valle Medio lo que ya tiene. Como si los recursos fueran un juego de suma cero, donde una región gana solo si otra pierde.
Pero lo más grave no es solo la falta de herramientas. Es la indiferencia. La indiferencia con la que se toman decisiones que ponen en riesgo vidas, economías locales y ecosistemas. La indiferencia con la que se ignora el trabajo de bomberos voluntarios —hombres y mujeres que arriesgan su tiempo, su salud y hasta sus vidas sin recibir un sueldo del Estado—, obligándolos a hacer lo que el Estado debería hacer: proteger.
El legislador Luciano Delgado Sempé lo dijo con claridad: “Si Bariloche necesita un camión, que se compre uno nuevo. No se le quite al Valle Medio”. Es una lógica elemental, de sentido común. Pero en un contexto donde el Estado parece haber perdido toda noción de justicia territorial y responsabilidad institucional, hasta lo elemental suena revolucionario.
Esta no es solo una disputa por un camión. Es un síntoma de un mal mayor: la desigualdad en la distribución de la seguridad pública, la falta de planificación estratégica en emergencias ambientales, y la peligrosa tendencia a convertir el voluntariado en el parche institucional de un Estado ausente.
Los bomberos voluntarios no son héroes porque quieran serlo. Son héroes porque no les queda otra. Porque el Estado no está. Y ahora, además de pedirles que arriesguen sus vidas, les quitan el camión con el que lo hacen.
Exigimos la restitución inmediata del Camión Forestal 059 en Choele Choel. Pero más allá de eso, exigimos un cambio de paradigma: que el Estado deje de administrar la seguridad con lógicas de cortoplacismo y arbitrariedad. Que invierta, planifique, y sobre todo, que escuche. Porque mientras el Estado mira para otro lado, son los ciudadanos los que, con sus propias manos, apagan el fuego que él debería haber evitado.
La indiferencia mata. Y en el Valle Medio, están cansados de pagar el precio.