La discusión salarial en Río Negro volvió a poner en evidencia una trama que excede la mera negociación paritaria. La última propuesta del gobierno provincial, presentada en la audiencia que pasó a cuarto intermedio el 8 de septiembre, fue rechazada de plano por la conducción central de UnTER, aunque su estrategia quedó en entredicho frente a las críticas de las seccionales más combativas.
La oferta oficial combina un 1% al sueldo básico, sumas fijas incorporadas al ítem “Asignación Docente” y un bono extraordinario de \$25.000. Desde el Ministerio de Educación se la presenta como un esfuerzo fiscal en un contexto difícil, pero para la docencia el planteo apenas maquilla la pérdida del poder adquisitivo. El aumento del dólar, la inflación sostenida y el impacto en alquileres, combustibles y alimentos hacen que cualquier “parche” sea rápidamente devorado por la realidad.
La conducción central de UnTER expresó su disconformidad, pero al mismo tiempo fijó como “última oportunidad” para el gobierno el 18 de septiembre. Ese gesto, lejos de endurecer la negociación, fue interpretado por sectores internos como una señal de complacencia. Desde la seccional Valle Medio lo dijeron sin eufemismos: “El recurso de los cuartos intermedios no es más que una maniobra para estirar los tiempos y desactivar la organización. Estas propuestas son ‘nada’ para la docencia”.
El trasfondo revela una tensión doble. Por un lado, el gobierno apuesta a ganar tiempo y descomprimir un conflicto que amenaza con profundizarse en las calles. Por otro, el sindicato enfrenta sus propias contradicciones: mientras la base exige un Congreso urgente y medidas firmes, la conducción parece más preocupada en administrar plazos que en capitalizar el descontento.
El riesgo de esta dinámica es claro: mientras los salarios se pulverizan, la discusión política se empantana entre estrategias dilatorias y disputas internas. En ese escenario, la docencia rionegrina queda atrapada entre un gobierno que ofrece poco y un gremio que no termina de transformar la bronca de sus afiliados en acciones contundentes.
Lo que se juegue el 18 de septiembre no será solo una cifra salarial. También quedará a la vista si UnTER logra sostener una representación fuerte, capaz de articular la demanda de sus bases, o si la fragmentación interna termina dándole más aire a un gobierno que, hasta ahora, parece cómodo administrando la precarización con bonos y sumas fijas.