La violenta tormenta de lluvia y granizo que azotó a los valles Alto y Medio de Río Negro dejó un saldo devastador en la producción frutícola. Chimpay fue el epicentro del fenómeno, pero los daños se extendieron a toda la región, donde productores reportaron pérdidas masivas en plena cosecha de la cereza. En cuestión de minutos, la furia del clima arrasó cultivos, rompió estructuras rurales y desmoronó meses de trabajo invertidos en una de las campañas más importantes del año.
El panorama preliminar es alarmante. Los primeros relevamientos arrojan que más de 300 hectáreas de cereza fueron afectadas de manera directa por el granizo o por cracking —la ruptura del fruto causada por el exceso de humedad—. Si se suman peras, manzanas y fruta de carozo, la superficie dañada supera las 800 hectáreas, configurando uno de los episodios climáticos más destructivos de los últimos años.
La dimensión del impacto no se agota en lo productivo: también golpea de lleno en lo social. La caída abrupta de la producción deja en una situación crítica a cientos de trabajadores rurales que dependen de esta etapa del año para garantizar su continuidad laboral y su sustento familiar.
En el Alto Valle, aunque el granizo no fue protagonista, las intensas lluvias generaron pérdidas igualmente severas. En esta etapa crítica de la cosecha, la acumulación de agua es tan destructiva como las piedras: el exceso de humedad provoca el cracking del fruto, una alteración que lo deja fuera de los mercados más exigentes y frustra buena parte de las expectativas de exportación.
El dato que más preocupa a los chacareros es contundente: entre el 60% y el 70% de la fruta permanecía aún en las plantas cuando comenzaron las precipitaciones. Es decir, la mayor parte del potencial productivo del Valle quedó expuesto a un temporal que arruinó en minutos lo que requirió meses de inversión, trabajo y cuidados constantes.
Tras el desastre, el gobernador Alberto Weretilneck expresó su solidaridad con los productores y sus familias. “Estaremos junto a los trabajadores, las empresas, los gremios, las cámaras y las cooperativas acompañando desde las áreas técnicas de la Provincia para relevar los daños y acompañar su recuperación”, aseguró.
Mientras los equipos técnicos comienzan a recorrer las chacras afectadas, la región enfrenta un presente cargado de incertidumbre. La magnitud de las pérdidas anticipa un impacto económico profundo y un escenario social complejo que exigirá respuestas urgentes para evitar que el clima de estos días se transforme en una crisis de largo alcance.










