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En Choele Choel, la crisis se enfrenta con ollas populares, ferias y solidaridad ciudadana

La crisis económica que sacude al país no es un fenómeno abstracto en Choele Choel. Sus efectos se ven, se sienten y se viven en cada rincón de la localidad. Mientras el poder político parece ausente o insuficiente, son las organizaciones sociales, las iglesias y los propios vecinos quienes han tomado la posta para contener a quienes más lo necesitan. En este contexto, las ollas populares, los merenderos y las ferias de emprendedores se han convertido en verdaderos síntomas de una crisis que no da tregua.

Ollas populares: resistencia y comunidad frente al hambre

Uno de los rostros más visibles de esta emergencia social es la olla popular mantenida por la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP) Choelense, que desde hace años ofrece alimentación semanal a familias en situación de vulnerabilidad. La preparación de las comidas depende exclusivamente de la solidaridad: alimentos donados por vecinos, comercios y organizaciones que aún pueden dar una mano.

“En un contexto económico cada vez más duro, donde muchas familias tienen que elegir entre pagar el alquiler o poner un plato de comida en la mesa, la olla popular se vuelve un acto de amor, solidaridad y resistencia. No es solo comida: es abrigo, es encuentro, es comunidad. Porque cuando el Estado se ausenta, el pueblo se organiza”, expresaron desde UTEP en sus redes sociales.

Actualmente, el comedor asiste entre 170 y 180 personas cada semana, una cifra que supera con creces el apoyo oficial que reciben. Según fuentes de UTEP, que pidieron anonimato, la provincia ya no entrega alimentos desde el cambio de gobierno nacional con la asunción de Javier Milei. “De provincia no recibimos nada. Eso se quitó. La municipalidad solamente nos da cuatro módulos de alimentos, que serían cuatro bolsas de mercadería, todos los viernes”, detallaron.

Según gente de la UTP, cada módulo contiene: una botellita de aceite, dos paquetes de fideos, un kilo de arroz, medio kilo de polenta, una lenteja, una arveja y un kilo de azúcar. “Con eso no alcanza, estamos desbordados”, confiaron.

Emergen nuevas formas de contención: merenderos y peñas solidarias

A la labor de UTEP se suman otras iniciativas ciudadanas. En los últimos meses, han proliferado merenderos y ollas populares impulsadas por vecinos, muchas de ellas nacidas de la empatía y la solidaridad. Entre ellas, se destacan el merendero “Pancita llena, corazón contento” y una nueva olla popular organizada por vecinos del barrio Villa Unión.

Incluso peñas de amigos, que antes se reunían solo para compartir asados y buenos momentos, ahora también destinan parte de sus recursos a cocinar para quienes no tienen. Esta transformación espontánea refleja cómo la crisis ha reconfigurado las prioridades comunitarias.

Ferias como estrategia de supervivencia

Mientras tanto, otro fenómeno visible en Choele Choel es el auge de las ferias populares -virtuales y presenciales- especialmente la Feria Social y Popular de Emprendedores, que reúne a más de cien feriantes que venden productos nuevos y usados: desde ropa y calzado hasta artículos del hogar, electrónicos y comidas caseras. A la par, personas por su cuenta vender produtcos nuevos y usados en las páginas de compra-venta de facebook. Otros, hacen transmisiones en vivo vendiendo todo tipo de productos, varias veces por semana.

Este espacio, que comenzó como una iniciativa informal en una plazoleta del boulevard San Martín, fue desalojado por falta de apoyo municipal. “Nos obligaron a salir de la plazoleta. No hubo acompañamiento oficial”, contaron fuentes de la feria. Sin embargo, gracias a la solidaridad de un vecino, José Omar Sancho, pudieron trasladarse a un predio privado, donde continuaron operando los sábados.

Recientemente, el municipio dio un paso al frente: cedió el predio donde se realiza la feria de productores los domingos para que los emprendedores puedan usarlo los sábados. “Valoramos que el gobierno choelense haya reconsiderado su posición respecto a las Economías Populares y su importancia dentro de la comunidad”, expresaron desde la feria a través de redes sociales.

Polémica por los baños químicos: malentendidos y necesidades reales

Durante su estadía en el predio prestado, los feriantes barajaron la posibilidad de alquilar baños químicos, pero finalmente no fue necesario: al mudarse al predio oficial, accedieron a instalaciones sanitarias móviles ya instaladas en el lugar.

Sin embargo, para mantener la higiene, decidieron aportar 500 pesos cada uno para contratar a una persona que limpiara los baños durante el día. Esta medida, destinada a garantizar condiciones dignas para feriantes y clientes, fue malinterpretada en redes sociales, donde circularon rumores de que se cobraría esa suma por el uso del baño. Los propios feriantes salieron a aclarar que no se cobra entrada ni uso de sanitarios, y que el aporte era voluntario y destinado exclusivamente a la limpieza.

La otra cara de la moneda: el comercio formal en alerta

No todo es consenso. Desde el sector del comercio formal, hay voces que expresan preocupación. “Entendemos que es la única forma que tiene un sector de personas con dificultades económicas para sobrevivir, pero también lesionan nuestra actividad”, señaló un comerciante que prefirió no ser identificado.

Según su perspectiva, los feriantes venden productos similares a precios mucho más bajos, sin los costos que sí deben afrontar los comercios establecidos: alquileres, impuestos, tasas municipales y sueldos. “Venden lo mismo que nosotros, pero sin cumplir con ARCA, sin empleados, sin gastos fijos. Eso tarde o temprano va a hacer que sigan cerrando comercios y aumentando el desempleo. Se parece mucho a la demagogia lo que hace el municipio”, reflexionó.

Ausencia de políticas públicas y falta de diagnóstico

A pesar de la multiplicación de iniciativas sociales y económicas populares, no existe hasta ahora una estrategia integral del Estado municipal para abordar la crisis. No se conoce ningún relevamiento oficial que permita dimensionar el número de personas en situación de vulnerabilidad, sus edades, sus necesidades específicas o sus condiciones de vida.

El apoyo estatal se limita a asistir a quienes acuden directamente a pedir ayuda, sin un plan de prevención o detección temprana. Mientras tanto, el hambre, la inseguridad alimentaria y la precarización laboral siguen avanzando.

Conclusión: el pueblo se organiza, el Estado no responde

Choele Choel es hoy un espejo de lo que ocurre en muchos rincones del país. Frente a una crisis económica sin horizonte, son las redes comunitarias, la solidaridad y la creatividad popular las que sostienen la esperanza. Ollas populares, merenderos, ferias y emprendimientos barriales se convierten en trincheras de resistencia.

Pero también es un llamado de atención: mientras el pueblo se organiza, el Estado local y provincial parecen mirar de reojo. La falta de políticas públicas, el corte de asistencias y la ausencia de diagnósticos oficiales profundizan la desigualdad.

Como bien lo dijo UTEP: “Cuando el Estado se ausenta, el pueblo se organiza”. Pero no debería ser así. La organización popular no puede reemplazar al Estado. En algún momento, la política debe dejar de ser indiferente y empezar a actuar con la urgencia que exige la realidad.

Este informe se basa en testimonios recogidos en forma directa y comentarios públicos en redes sociales, así como en fuentes que pidieron mantener su identidad en reserva por razones de seguridad institucional.

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