El presidente Javier Milei hablará hoy en la 80ª Asamblea General de la ONU en Nueva York, con un discurso previsto para las 12:45 que, según adelantaron fuentes oficiales, repetirá el libreto de su alineamiento sin matices con Estados Unidos e Israel, la reivindicación de su plan económico y una referencia a la cuestión Malvinas.
La exposición llega apenas un año después de que el propio Milei utilizara ese mismo escenario para lanzar un ataque contra la ONU, a la que acusó de estar integrada por “burócratas socialistas” y de haberse transformado en “un leviatán de múltiples tentáculos”. Hoy, sin embargo, volverá al atril con un tono más conciliador, en gran parte sostenido por el respaldo que recibió en los últimos días.
Ayer, el mandatario mantuvo una reunión con Donald Trump, a quien Milei reconoce como referencia política, y luego se encontró con la titular del FMI, Kristalina Georgieva. El organismo financiero volvió a darle aire al “modelo libertario” en Argentina, incluso después de la dura derrota electoral de La Libertad Avanza en la provincia de Buenos Aires. Con Milei participaron el canciller Gerardo Werthein, el ministro de Economía Luis Caputo, la secretaria general Karina Milei y el vocero Manuel Adorni, en una foto de poder que buscó enviar señales de continuidad económica hacia afuera.
Por la noche, Milei se sumó a la recepción organizada por Trump para los presidentes presentes en Nueva York, una postal que refuerza su lugar dentro del eje conservador global y que anticipa otro gesto: esta noche recibirá el premio Ciudadano Global 2025 del Atlantic Council, un think tank alineado con Washington, en manos del secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent.
El contraste con la realidad local no pasa desapercibido. Mientras Milei se exhibe como aliado privilegiado de Estados Unidos y se prepara para un encuentro con el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, el viernes regresará a un país atravesado por recesión, caída del empleo y una creciente tensión social producto de su plan económico.
La pregunta de fondo es si el presidente aprovechará la tribuna mundial para algo más que ratificar alianzas ideológicas y recibir premios de la derecha, o si su paso por la ONU quedará reducido a una escenificación más de su política exterior subordinada a Washington.